lunes, 27 de abril de 2009

Encuentro I

Se despertó inquieta, revolviéndose entre las sábanas. Restregó su cuerpo contra el colchón, todavía adormilada. Había tenido un sueño... no lo recordaba, pero algo en él había despertado su deseo, tanto tiempo abandonado. Abrió los ojos y observó el otro lado de la cama, vacío. Suspiró.

Se levantó. La ducha se alargó algo más de lo habitual. Con los ojos cerrados, dejó que la esponja se recreara en todos los rincones de su cuerpo. No cogió la toalla. Le gustaba sentir las gotas de agua resbalando sobre su piel. Desnuda, arregló su pelo y se maquilló. No demasiado, lo justo para resaltar sus ojos y darle un sensual tono brillante a sus labios. Pensó en dónde iría. ¿Qué más daba? Sólo quería salir y disfrutar del sol y de su cuerpo.

Escudriñó su armario. Eligió uno de sus vestidos preferidos. Corto y escotado, de tela muy fina, casi transparente y con un colorido estampado. Le gustaba por su movimiento vaporoso, porque llevarlo era como no llevar nada. No se puso nada más, sólo unas sandalias de tacón, y salió a la calle.


Ignoró a los hombres que se volvían a su paso. Se concentró en la brisa que, juguetona, acariciaba su cuerpo desnudo bajo el vestido. Los más guapos, confiados, se atrevían a dedicarle una sonrisa. Ella no les miraba. Le gustaba el poder que ejercía sobre ellos, que la miraran, que la desearan. Pero su anhelo era encontrar a un hombre que ejerciera ese mismo poder sobre ella, que despertara su deseo más profundo, que la poseyera.

Que la dominara.

Se adentró en la plaza de la basílica. La brisa, algo más fuerte, parecía querer arrancarle el vestido. Imaginó las caras de los transeúntes si el viento dejara al descubierto su cuerpo desnudo. Sonrió. Distraída, topó con alguien. Ni siquiera le miró, pero entre murmullos de disculpas, le pareció sentir sus dedos rozando su pezón, erecto con la frescura de la brisa. Se estremeció. ¿Lo habría imaginado?

Siguió andando, absorta por aquel excitante encuentro. Se sentó en una terraza, sin cruzar las piernas, y esperó a que viniera el camarero.

* * *

La vió a lo lejos, era imposible no hacerlo. Andaba con paso firme, indiferente a las miradas que inevitablemente la escudriñaban a su paso. Era una chica preciosa, eso era cierto, y se notaba que era consciente de ello. Pero había algo más en ella que le llamaba la atención, un aura de sensualidad distinta, anhelante, tal vez desesperada. Según se acercaba pudo confirmarlo en su mirada, parecía perdida.

El aire pegaba el vestido a su cuerpo, mostrándolo de tal manera que habría dado lo mismo que andara desnuda. Juraría que no llevaba nada debajo, podía notar sus pezones a través de aquella tela etérea, casi transparente. Ella ni siquiera le vio, no se fijaría en un chico como él, pero cuando toparon pudo sentir como tembló al notar sus dedos sobre su pecho. Era cierto que no llevaba ropa interior, había podido entrever sus nalgas mientras se alejaba.

Sonrió. Menuda puta.

* * *
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viernes, 24 de abril de 2009

Mientras dormía

Se acostó junto a él, mimosa. Había sido un día precioso, junto a aquel mar tan intensamente azul de las islas griegas. Habían desayunado en su terraza privada, en aquella preciosa habitación de hotel. No habían salido de la habitación, más que para disfrutar de aquella pequeña y desierta cala que aquellos días les pertenecía. Sólos ellos dos, no había nadie más en el mundo.

Llevaba puesto su camisón favorito, aunque sospechaba que él la prefería desnuda. Ajustado, y muy corto, con la tela justa para cubrir sus nalgas, pero lo bastante escueto como para resultar un poco indecente. Y muy escotado. Le encantaba ese camisón. La hacía sentirse sexy y deseable y podía ver como él la miraba cuando lo llevaba puesto.

Le besó, sonriente, y se dió la vuelta, obligándole a abrazarla desde atrás, rodeándola con sus brazos. Se movió ligeramente, rozando su culo contra él, juguetona. ¿Notaría que no llevaba nada debajo? Él no parecía muy dispuesto a unirse a su juego. Se sintió desamparada, ansiosa. ¡Cómo deseaba que la tocara! Que la hiciera sentirse suya, tan suya que casi resultaba doloroso. Como cuando aprovechaba esa postura para juguetear con sus pezones, pellizcándolos a su antojo. Mmmm... Se movió para acariciar su mano con su pecho. Si Mahoma no va a la montaña... Él le acarició el pezón con suavidad, pero enseguida volvió a colocar las manos en su cintura y a respirar con más profundidad. Se había dormido.

* * *


La vió acercarse desde la cama. Llevaba puesto aquel camisón que tanto le gustaba. A él le gustaba vérselo puesto, no tanto por su aspecto -aunque estaba preciosa- sino por que le gustaba verla en aquella actitud sexy y provocativa que adoptaba cuando se lo ponía. Sabía lo bien que le sentaba y eso la hacía comportarse de un modo más sensual, si cabe, de lo habitual. Diosss... cómo le ponía. Cuando la veía acercarse con aquel escote, que sabía que habría colocado cuidadosamente para que enseñara la mayor parte posible de sus pechos.
Estaba cansado. La abrazó cuando se tumbó junto a él, dándole la espalda. Le gustaba esa postura. Podía oler el aroma de su pelo y sentir todo su cuerpo contra él. Notó como se movía sutilmente para provocarle y se dejo hacer, apretado a ella. Sintió el calor de su culo. Sonrió. La muy perra no se había puesto nada debajo. Aún se resistiría un poco más. Acarició su pezón, sin demasiado interés. Sabía que ella le buscaba pero no quería ponérselo fácil. Aunque se moría de ganas de...

Con estos pensamientos, se quedó dormido.

* * *

Se despertó en mitad de la noche. Miró el reloj y vió que eran las 4 de la mañana. Tenía ganas de ir al baño. Se levantó con cuidado, intentando no despertarla.

Cuando volvió, se quedó observándola, de pie, ante la cama. Se había quedado dormida boca abajo, medio ladeada. Podía ver su pecho sobresaliendo del camisón bajo la presión ejercida contra la cama. El camisón se le había subido ligeramente, dejando entrever la curvatura de sus nalgas, aquella sutil línea que separaba sus largas piernas de su apetecible culo. Ahí estaba, y era suya. Tuvo una erección al verla en esa postura, casi ofrecida para él. Dioss... ¡como le apetecía follarla! Se dirigió a su lado de la cama, sigilosamente, para no despertarla. Pero lo pensó mejor. Al fin y al cabo, ERA suya.

La agarró suavemente por los pies y tiró de ella hacia el extremo de la cama. Vió como se despertaba, sobresaltada, pero no le dio tiempo a reaccionar. Al tirar de ella el camisón subió hasta su cintura, dejando su culo expuesto. Se sentó encima de ella, todavía bocaabajo, y la cogió de las manos, acercando sus labios a su oído. "Perrita, voy a follarte. No te muevas." Colocó sus manos juntas, estiradas por encima de su cabeza. Ella no se movía, todavía parecía adormilada, pero le pareció haberla visto morderse los labios, excitada.

Volvió a concentrarse en su culo. Separó las nalgas, con cierta brusquedad, y le metió la lengua tan hondo como pudo. Le sorprendió descubrir lo rápido que cedía. Aquel culo estaba deseando que lo follaran. La obligó a mantener las piernas juntas, y se tumbó sobre ella, agarrándole nuevamente las manos para mantenerlas sobre su cabeza. Oyó como gemía. "No quiero oírte, perra". Le metió la polla hasta el fondo, de una vez. La oyó gemir otra vez. Apretó su cabeza contra la cama. "No quiero oírte". Volvió a dar una embestida, esta vez más fuerte. Qué bien entraba... Siguió empujando, una y otra vez, notando como ella reprimía sus gemidos. Cada vez estaba más excitado, y cada vez lo hacía más fuerte. Pensó en lo que estaba haciendo, usando a su esclava. La había visto y la había tomado. ¡Y podía hacerlo! Podía follarla cuando quisiera... Iba a correrse.

* * *

Sintió algo que tiraba de ella y se asustó. ¿Qué ocurría? Todavía estaba dormida cuando se sintió aprisionada contra la cama y oyó la voz de su Amo en su oído. "Perrita, voy a follarte. No te muevas". No acababa de entenderlo, ¿estaba soñando? Pero dioss, que excitante era aquello.

Intentó mantenerse quieta mientras él le abría las nalgas y le metía la lengua. No pudo evitar un gemido cuando se tumbó sobre ella. Iba a follarle el culo... mmm... Se mordió los labios cuando le oyó ordenarle que se callara. Quería complacerle, quería ser suya, hacer exactamente lo que él quisiera. Se sobresaltó al notar la primera embestida, tan dura que casi le dolió. Dejó escapar otro gemido. Sintió su cabeza contra las sábanas y las mordió, para evitar volver a gemir. Él la follaba con fuerza. No podía moverse, la tenía cogida por las manos y la aprisionaba con su cuerpo contra la cama. Tenía ganas de tocarse, de acariciarse, de gritar. De darle las gracias a su Dueño por el placer que le hacía sentir. Él no dijo nada más. No era necesario. No hacía falta que le dijera "perra, eres mi esclava, te estoy usando". No hacía falta. Simplemente era así, y los dos lo sabían.

Aún se sentía medio adormilada, como en un sueño del que no quería despertar. Las embestidas eran cada vez más fuertes. Le oyó gemir y sintió una explosión en su interior. Casi podía sentir su placer...

* * *

Él se quedó encima de ella apenas unos segundos, lo suficiente para recuperarse. Luego se hizo a un lado, y se acomodó en la cama. Ella se acurrucó junto a él con una sonrisa en los labios, y siguió durmiendo.

* * *
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